- ¿Da su permiso, mi capitán?
- Adelante, sargento. ¿Qué le ocurre? Le veo preocupado.
- Señor, no podemos más.
- Sargento, ¿qué quiere decir?
- Pues eso, señor. Nuestros dedos ya no responden ante el gatillo, tenemos trozos de metralla hasta debajo de las uñas, los tímpanos destrozados, no pegamos ojo por la noche y el francotirador está comenzando a perder la vista.
- Sargento, nadie dijo que fuera fácil.
- Lo sé, señor, pero nunca nos habíamos enfrentado a un enemigo como este.
- ¿A qué se refiere?
- No nos deja un respiro. Son demasiadas horas de con
tienda. Nuestras tropas no consiguen reponerse en
tre las batallas.
- ¿Qué podemos hacer?
- Señor, con el debido respeto...
- Dígame, sargento
- ...creo que lo único que podemos hacer es quitarle la puta consola. O rayar el disco.
- Proceda, sargento, y no haga prisioneros.
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