Sintió un golpe en la puerta. Recordó los abrigos negros de cuero y su tinte siniestro al volar a su lado en la cola del pan.
Corrió hacia la cocina en el mismo instante en que la puerta de la entrada se quebraba con un chasquido sordo y seco haciendo volar una nube de astillas.
El primer golpe se lo dio contra el poyete de la ventana de la señora Schwarz, esa viejecita de la Baja Liguria tan encantadora, que siempre planta pensamientos en latas de conserva vacías y que jamás consigue hacer florecer.
El siguiente y definitivo, el que le borra para siempre la sonrisa de su cara sumergiéndole en una bañera gris y helada, lo recibe de una bajante que desgarra su cuello a la vez que fractura de manera limpia el parietal derecho. El resto, lo que queda, es sólo un bulto en el interior del patio de luces que comienza a esbozar debajo de sí un mal cuadro expresionista en tonos rojos y granates.
4 comentarios:
estaís de un coñazo y un sosuno últimamente...
Será la edad...
a ver si actualiza alguien!!!
hombre ya!
En ello me pillas Claire...
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