Ayer estuve en un sitio rodeado de pintamonas. Un clan cada vez más grande. Un enjambre que, por suerte, suele merodear por sus colmenas de la Milla de Oro y no viene a otros panales. Gente que no sabe disimular que está más interesada en tu marca de calzoncillos que en tu libro favorito. Uno comprende al minuto el por qué regalan a sus amigos gafas de sol de espejo: para matar dos pájaros de un tiro cuando te hablen.
Que se aguanten ellos solitos. Yo me bajo.
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