21/3/08

De Prada, digo de nada


El marxista fotogénico giró la esquina. Su cara iluminada por una sonrisa de autosuficiencia, se reflejó por un instante en el escaparate de la tienda en la que pretendía dar su golpe maestro. Por fin los campamentos de verano en Cuba, las navidades en Albania y las ideas del tío Carlos cobrarían verdadero sentido.

Se acercó discretamente al mostrador en el que una chica con gafas de pasta blancas y negras permanecía a la espera del próximo cliente. Se situó frente a ella sin resultado alguno. A pesar de un leve tic que descubrió en su ceja derecha, es como si de repente el cuerpo del marxista se hubiera vuelto de cristal. Una leve sensación de incomodidad comenzó a invadirle y el no estaba dispuesto a que nadie estropeara su momento de suprema realización. Acabó con el espejismo al desnudarse mientras amartillaba la pistola y disparaba dos veces al aire. El tiempo pareció paralizarse, la chica gritó y él la asestó un culatazo en pleno rostro. Las gafas saltaron por el aire compitiendo en elegante trayectoria con un premolar y un colmillo que salieron disparados de la boca de Bárbara (así se llamaba la chica) en el mismo instante del impacto.
Aprovechando la distracción, el marxista fotogénico alargó el brazo y cogió un bolso blanco con remaches y herrajes dorados. Bárbara, aún confundida por el shock y en un alarde de suprema profesionalidad, limpió con un pañuelo tres gotas de sangre que habían escapado de su boca y manchado la preciosa obra de arte. Un segundo antes de desmayarse, se dirigió a Santiago para decirle:

- Muchas gracias por su visita.
- De Prada, digo de nada, en que estaría yo pensando hija...

El impacto de Bárbara contra el suelo, hizo que el tiempo recuperara su cadencia habitual. La alarma comenzó a aullar, la gente se daba empujones por ser la primera en salir a la calle. El marxista fotogénico, desnudo y calmado abandonó la tienda entre una señora muy peripuesta y un agente de seguros infiel que buscaba un regalo para su cuarta amante del año. Al sentir el aire fresco en la cara, tuvo la certeza por primera vez en sus setenta y cinco años de vida, de ser realmente feliz. Por fin había descubierto que coño significaba la redistribución de la riqueza. En esas estaba su mente cuando descubrió un punto rojo posado en su frente...

2 comentarios:

naranjito dijo...

mamolao.

El Agente Naranja dijo...

Un orgullo viniendo de quien viene... las vacaciones, que sientan bien.