...Ella no se mueve, parece que hubiera renunciado a respirar. Su espalda arqueada, dibuja en las sábanas geografías que hace no tanto tiempo a él le hacían enloquecer.
El mira fijamente al techo, sabe que esta es su última noche, mañana estará lejos. La neblina acre del insomnio hace que las ideas chirríen en su cabeza como visagras oxidadas. Está decidido, ayer preparó una bolsa con lo mínimo y la escondió en el garaje, en la estantería donde dormitan los botes de pintura mediados que sobrevivieron al último arrebato renovador de Ella.
6:45 el despertador aúlla y él salta como un resorte de la cama. Baja a la cocina y prepara zumo de naranja y café para los dos. Apura el zumo mientras se dirige a la ducha. Ella odia que deje el vaso vacío en el cuarto de baño. Hoy lo llevará al friegaplatos.
El agua marca su espalda a fuego, borrando el último rastro del perfume de ella. Cierra el grifo, sale de la ducha y se viste a toda prisa, sabe que no puede enfrentarse a su mirada.
Como cada día, antes de marcharse, abre los ventanales de la cocina y pulsa play en la cadena. Las primeras notas de La Chica de Ayer rebotan subiendo juguetonas la escalera. Sabe que ahora ella sonríe medio dormida. Un chasquido metálico y la puerta del garaje se abre, enciende la radio del coche y selecciona un boletín de noticias. Dirige el coche en dirección contraria a la clínica. A las 8:10 sale el tren, acelera a fondo. El sol dibuja paisajes de mercurio sobre el césped de la rotonda. Rehuye de la mirada que le devuelve el retrovisor, la canción ya debe de haber terminado y ella habrá salido de la cama...
7 comentarios:
Es el síndrome de dormir abrazado a una sombra.
O del no dormir...
O el onanismo sin técnica.
Pero con pasión...
Y dedicación.
sin comentarios...
es que me resulta raro que no haya intervenido Alf en este romance
Ya estamos con la paja en el ojo ajeno.
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