Sueñas que tienes un hijo. No recuerdas con quién. De hecho, la madre sale borrosa en el sueño, por lo que no puedes distinguir si es rubia, tiene un lunar junto a la boca o habla con acento nórdico. Lo que distingues claramente en el vídeo es a tu hijo, que extiende su manita pequeña hacia la tuya y aprieta en la zona del pulgar directamente relacionada con el lacrimal, por lo que se te escapan dos gotas del ojo izquierdo.
En la siguiente escena del sueño tienes al niño cogido en tus brazos, con muy poca soltura y de fondo ves a tus suegros (sabes que lo son por el tono de voz cuando te dicen "ten cuidado, no vaya a caérsete) que dividen con precisión matemática las atenciones a tu mujer (sigue siendo borrosa) y a su nieto, y que, de vez en cuando, siguen reprendiendo tu poco garbo al coger a tu propio hijo.
Tras un fundido en negro tu mujer duerme y tú sigues despierto en la cama, en el lado contrario al tuyo está la cuna, y dentro tu hijo. Alargas la mano hacia el cuerpo de tu mujer, pero tu mano se pierde por debajo del camión y no encuentra ni piel, ni huesos, ni ningún tope sólido, por lo que se pierde entre su cuerpo borroso. Pasas tus dedos a través de lo que debería ser el páncreas, hígado, riñones y te detienes en el intestino delgado, más delgado de lo que suponías. Te sobreviene una erección que tratas de controlar y tu hijo empieza a llorar, lo que despierta a tu mujer, que le da el pecho. Del pezón borroso sale leche borrosa, y ves que el pie izquierdo de tu hijo comienza, también, a difuminarse, como tratado con un filtro de programa informático.
En la siguiente escena vuelves de trabajar, tu hijo está más grande, han pasado unos meses. Te agachas sobre la cuna para tomarlo en brazos, pero no puedes, porque es un completo borrón. Gritas y maldices en el sueño a tu mujer. La intentas golpear pero todos tus puñetazos acaban en el aire. Todo en tu esposa se desvanece, menos su sonrisa.
Te despiertas. Era una pesadilla. Te duchas, desayunas, sales de casa, coges el teléfono y marcas el teléfono de la clínica donde esta misma tarde te harás la vasectomía. Esa noche duermes mucho más tranquilo.
En la siguiente escena del sueño tienes al niño cogido en tus brazos, con muy poca soltura y de fondo ves a tus suegros (sabes que lo son por el tono de voz cuando te dicen "ten cuidado, no vaya a caérsete) que dividen con precisión matemática las atenciones a tu mujer (sigue siendo borrosa) y a su nieto, y que, de vez en cuando, siguen reprendiendo tu poco garbo al coger a tu propio hijo.
Tras un fundido en negro tu mujer duerme y tú sigues despierto en la cama, en el lado contrario al tuyo está la cuna, y dentro tu hijo. Alargas la mano hacia el cuerpo de tu mujer, pero tu mano se pierde por debajo del camión y no encuentra ni piel, ni huesos, ni ningún tope sólido, por lo que se pierde entre su cuerpo borroso. Pasas tus dedos a través de lo que debería ser el páncreas, hígado, riñones y te detienes en el intestino delgado, más delgado de lo que suponías. Te sobreviene una erección que tratas de controlar y tu hijo empieza a llorar, lo que despierta a tu mujer, que le da el pecho. Del pezón borroso sale leche borrosa, y ves que el pie izquierdo de tu hijo comienza, también, a difuminarse, como tratado con un filtro de programa informático.
En la siguiente escena vuelves de trabajar, tu hijo está más grande, han pasado unos meses. Te agachas sobre la cuna para tomarlo en brazos, pero no puedes, porque es un completo borrón. Gritas y maldices en el sueño a tu mujer. La intentas golpear pero todos tus puñetazos acaban en el aire. Todo en tu esposa se desvanece, menos su sonrisa.
Te despiertas. Era una pesadilla. Te duchas, desayunas, sales de casa, coges el teléfono y marcas el teléfono de la clínica donde esta misma tarde te harás la vasectomía. Esa noche duermes mucho más tranquilo.
1 comentario:
lo borroso es común como el respirar!me has rallado....
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