El, mientras sube el cuello de su abrigo, mira fugazmente hacia atrás y acelera el paso. Ella se ha quedado parada bajo la luz turbia de la farola que les ha visto decirse adiós.
Quedan pocas horas para la cena de nochebuena. Los dos aguantarán el tirón, tragarán saliva, levantarán la copa, inventarán excusas y brindarán con los suyos por una feliz navidad. Después las miradas vagaran perdidas y aturdidas por gritos de niños y risas más altas de la cuenta. No es la historia más original del mundo, ni tan siquiera es importante.
Mientras él entra en la boca de metro, comienza a llover. Ella ya ha dado un primer paso y se escurre del círculo amarillento marcado en el suelo en dirección a San Andrés. Hace frío, una lágrima resbala, pero se siente bien: más fuerte, menos cobarde.
Mientras apuro el café tras los cristales marcados de vaho del Café Comercial, dibujo en mi cabeza mil variaciones sobre este final robado por casualidad. Dentro de dos horas yo también estaré brindando y esconderé la mirada bajo el mantel cuando pregunten. Un año menos, una navidad más.
22/12/07
Cuento de Navidad
El responsable es El Agente Naranja a las 16:34
Etiquetas: Cuento de navidad
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4 comentarios:
Nada que no arreglen un par de cervezas.
Eso seguro... es literatura no autobiográfica pero perfectamente real.
:-)
Esas cervezas que estamos secos....
Algo habrá que ponerse..
:-)
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