Esa tarde el trabajo en la agencia se presentaba como siempre: inexistente. Aproveché para darle vueltas a mi sombrero mientras pegaba un par de tragos a la taza de café llena de bourbon, una costumbre adquirida de los viejos tiempos, cuando todavía había que guardar las apariencias ante los clientes.
Si Alice no hubiera dimitido hace un año, me habría avisado de la visita. La puerta se abrió de pronto y una rubia de piernas torneadas cruzó el umbral nerviosa. Al llegar al escritorio sacó de su bolso un sobre de papel manila. Trató de encontrar en la mesa un lugar en el que depositarlo pero las colillas, los restos de magdalenas y las botellas vacías conformaban un paisaje desolador. Resignada, me tendió el sobre:
- Tiene que ayudarme, señor Mauer.
- ¿Qué le ocurre, señorita...?
- Myers, Sandra Myers. Mire las fotos, las vi al salir del club Three Waters... perdone, pero no puedo seguir (sollozos)
- Déjeme echarle un vistazo...
- ¿Qué opina?
- Señorita Myers, esto es lo más horrendo que nunca he visto. El autor de esta masacre merece el arresto. Es un auténtico profesional, me pregunto cómo el FBI no ha reparado en él.
- Como ve, las fotos son de dos días diferentes.
- Sí, está claro. Me pregunto cuál será su límite si no lo detenemos antes.
- ¡¡¡Haga algo, Sr. Mauer!!! (más sollozos)
1 comentario:
Toma ojo clínico... y en Oregon tan contentos...
Publicar un comentario