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29/4/08

Siempre el teléfono...

Busca a tientas el auricular. La cabeza retumba con cada nuevo pitido... al otro lado de la línea sus amigos de toda la vida.


- ¿Sabes a dónde va S esta tarde?
- Vete a la mierda.
- No, ahí no pero casi... (risas ahogadas).
- Insisto vete a...
- A la boda de T, recibió la invitación el viernes pasado.

Una ola de calor atraviesa el cuerpo delgado de M. En un sólo instante siente la angustia de un planeta al desintegrarse... recupera la compostura y se incorpora a medias en la cama. Las risas continúan.

- Ya no me importa, es una historia olvidada (esto último lo dice casi susurrando para que L no se despierte).
- Sí, claro, como siempre... reconócelo, sigues colgado por ella. A ver si vas a montar esta tarde algún numerito... "Hay alguien que se oponga a este santo matrimonio...". Las risas suben de intensidad.

L se ha despertado.

- ¿Pasa algo cariño? ¿Quién es?

El cuelga el teléfono, apagando así el eco de las risas de R y P.

- Eran estos, están todavía de fiesta y les ha dado por llamarme.

- Son como críos.

L se da la vuelta para seguir durmiendo un rato más. El mira su espalda medio desnuda y siente ya el calor de ella cuando despierte y le desayune. Intuye angustiado el que está seguro va a ser un polvo triste, muy triste. Dejará volar su imaginación mientras L se retuerce de placer y él intenta dibujar los contornos del cuerpo ya casi olvidado de T, sus olores, su sabor... 
Siente una arcada seca y se levanta a preparar un zumo.  A L le encanta, T lo odiaba. Es un exorcismo simple que hasta esta mañana  siempre había funcionado. Parte metódicamente la primera de las naranjas y la dirige hacia el vértice estriado del exprimidor... hoy ha perdido la fe en que el remedio funcione...