9/7/08

Nieva en Dakota...


Suena la bocina de un camión. El porche está oscuro y hace frío. Silvie le ha sacado hace dos minutos un café aguado e hirviendo que ya ha comenzado a enfriarse. Los copos arrancados por el viento, dibujan espirales contra los faros de los coches. No recuerda muy bien como ha terminado varado en ese cruce de carreteras, como el calor de Madrid en julio, el asfalto medio derretido ha mutado en la mecedora de madera en la que ahora quedo, deja pasar el tiempo hasta la hora de la cena.
Ella tiene el pelo liso y rubio, las caderas de chico y unos ojos color mostaza, curiosos y juguetones. La conoció después de tres meses de vagabundeo, cuando el permiso de residencia caducaba y el calendario amenazaba soledad y oscuridad. El pidió una brooklyn en su mejor spanglish, ella se giró divertida al escucharle y le confesó haber estado dos veranos en Albacete. No hicieron el amor hasta pasada una semana, fue sobre una vieja lavadora oxidada y desconchada. El recuerdo de la camisa a cuadros negros y rojos arrugada en el suelo entrelazada con las bragas apresuradamente arrancadas de ella, todavía le excitaba. Ella tenía un niño se, llamaba Ratchet y tenía pinta de acabar siendo un buen batería.
Mañana ha quedado con Ian, un ex novio de Silvie para llevar el coche a su taller. Cogerán la interestatal 94, hablarán de lo que ha crecido el pequeño Ratch, de lo poco se parece al cretino de Stuart, su padre. Ian adora a Silvie, Silvie le adora a él y él adora que Ian le considere un hermano.

- La cena está lista, mañana te tocará a ti preparar algo español. - Comenta S divertida.

- Descuida.

- Salta torpe de la mecedora. Joder que frío hace piensa mientras entra en la casa. Huele a pastel de zanahoria, la televisión emboba a R y el cuello enrojecido de S hace que él se estremezca. El destello negro de los adioses le hace sentirse mareado por un segundo. Por suerte todo ha sido un mal recuerdo, un espejismo. Las cosas están bien y no tienen por que cambiar si él no quiere.

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