13/7/08

Neón



Acaban de encenderse las luces. La realidad duele mientras diluye los espejismos generados a ritmo de estrobo. La última canción ha sido una auténtica basura, exactamente igual que la última raya. Su cabeza parece volar detrás de la chica del vestido malva que escapa escaleras arriba. Sale a la calle corriendo tras ella, la ve doblar la esquina sola y bajar por Gran Vía. La sigue a paso cambiado, torpe, tropezando, sintiendo el corazón arrítmico y acelerado.

Suben por Alcalá y giran en Velázquez. La melena rizada de ella, oscila distraída y ajena al triste y ajado cazador que repta tras ella. Un semáforo en rojo, ambos se detienen, ni se miran. Ella intuye la presencia de un extraño y se crispa levemente, no la desagradaría algo de compañía hasta su casa, pero las últimas experiencias no han mejorado su concepto sobre los hombres. El se siente pesado, vacilante y por primera vez en su vida viejo. Un espejo lleno de zapatos caros, le devuelve la imagen sucia y desdibujada que sólo pueden esbozar pinceles noctámbulos.
El semáforo se pone en rojo, comienzan a caminar de nuevo, por un instante él deja volar su imaginación. Un ruido seco y de repente, el cielo de Madrid da vueltas encima de su cabeza. La falda de ella se levantó un instante acariciada por una ráfaga de viento. Los muslos morenos y torneados ocultaron la señal de prohibido aparcar que de un sólo golpe ha noqueado a R.
Alertada por el ruido apagado del cuerpo al caer, gira un instante la cabeza. Otro borracho, piensa - Qué patético masculla. Acelera el paso y con gesto ágil levanta el brazo, para un taxi y se escabulle entre el tráfico acelerado de la madrugada.
El reloj de una farmacia cercana cambia de dígito, las 3:47. Una sirena se acerca irritada, empieza a sentir calor por todo el cuerpo, un calor muy agradable. Tal vez, después de todo, piensa, no resulte una noche tan mala...

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