Hace unas horas, ETA ha vuelto a matar y el país se ha paralizado. Sobre todo el universo político. Campaña, actos... las detonaciones han adelantado la jornada de reflexión y nos a obligan a vivirla de nuevo con rabia y asco, no con la serenidad necesaria que nos permita elegir al menos malo.
Muchas veces he reflexionado sobre lo relativo del concepto vida desde su antagonista, la muerte. A saber, siempre he percibido que las vidas siendo su valor teóricamente absoluto, no "cuestan" y perdonadme el triste término, lo mismo.
147.000.000 de muertos en el siglo XX en conflictos bélicos, a los que debemos de sumar los asesinados, desaparecidos... las cifras marean todo ese dolor hace que mi cerebro se quede bloqueado al ver el alcance que puede tener un crimen en singular. No se si somos hipócritas o simplemente animales capaces de adaptarse a todo por sobrevivir en un medio ambiente hostil. ¿Cúantos niños tiene que morir en un campo de refugiados para darnos cuenta que todas las campañas del mundo tendrían que estar paralizadas? ¿Cuántas mujeres desaparecer? ¿Cuántos ajustes de cuentas?
Al final, el lenguaje nos da la clave: "¿Cuántos?". Las vidas se han convertido en mercancías, y como mercancías están sujetas a la ley de la oferta y la demanda, ergo cada una tiene un precio diferente. Hay vidas caviar y vidas mierda. ¿Vale lo mismo la vida de Leonor que la de Minetu?
Que cada uno saque sus conclusiones, eso sí, sin olvidar que vuestro bien más preciado es un producto sujeto a las fluctuaciones del mercado.