27/1/08

Bittersweet Symphony


Tengo una curiosa relación con esta ciudad. Una parte vital de mi familia decidió cambiar de provincia y donarle a los paisajes alcarreños el protagonismo de sus nuevos amores y desdichas. Yo también la dejé guiar mi vida, durante el irónico lapso de 365 días, ni uno más, ni uno menos.

Después de la ruptura regresé a la ciudad que me vio nacer. Al principio no me reconocía entre sus calles amplias y luminosas, que para mi eran descaradas y hostiles. Pese a añorar muchos de sus rincones, al visitarlos no era capaz de recordarlos y me sentía como si un extraño estuviera viviendo mi vida

Un sentimiento agridulce similar me recorre ahora cuando vuelvo algún día y recorro los sitios en los que un día fui feliz, o al menos jugaba a serlo. Aunque han pasado los años una pequeña punzada escarba en mis entrañas hasta clavárseme en el pecho, bien adentro.

Aunque me río con ganas junto a los amigos y en los lugares de antes, la espina sigue dentro hasta que me marcho. Sólo la elimino cuando, en el retrovisor, la distancia hace más pequeña la figura del toro y mis lágrimas la hacen más borrosa.


2 comentarios:

El Agente Naranja dijo...

Sentirse extranjero en tu propia casa. Una noche extraña... me quedo en Madrid

Taf dijo...

Bueno, los bares de siempre están en cada rincón de cada ciudad que por alguna razón ha significado algo para nosotros.

Gracias a Dios, en la vida hay más cosas además de mujeres, porque está claro que están todas locas! (aunque sea lo primero que buscas cuando entras en todos esos bares)

:)