27/1/08

Sabor a pueblo


Cuando mi madre deja caer dos lágrimas y, en el desayuno, me cuenta que mi prima Pilar se separa, la mantequilla de la tostada me sabe menos a mantequilla y el Nesquik parece haber tomado un color apagado.

Mi madre me habla de sus dos hijos pequeños y de la brevedad del matrimonio. Yo pienso en los veranos de la pubertad en los que mi prima y yo experimentábamos en la buhardilla mientras el resto del mundo se echaba la siesta.

Mi madre me habla de lo guapa que estaba cuando se casó y yo pienso en la noche antes de la boda de mis primos, en la que se quedó a dormir en casa y acabamos alborotando mi cama mientras su hermano pequeño dormía, o lo intentaba, en la cama de enfrente.

Mi madre me habla de lo que dirán en el pueblo y yo pienso en aquella noche en la que, mayores de edad, fuimos a bañarnos de noche a la piscina y terminamos quitándonos el frío sobre el césped. Comencé a bucear por su cuerpo, como tantas otras veces, pero ella me sabía menos a la ella que había conocido. Dejé el buceo a medias, le pedí que se vistiera y volvimos a los bares sin decir una sola palabra.

Mi madre me habla de que es el tercer divorcio de la familia y yo me levanto de la mesa. El vaso de Nesquik se queda medio lleno y las tostadas siguen enfriándose hasta que mi madre las tira al cubo, mientras murmura no se qué sobre mi alimentación.

1 comentario:

El Agente Naranja dijo...

Anatomía emocional. Una asignatura jodida, sobre todo cuando el examen es por sorpresa...